POR VICTORIA VARELA
FOTOGRAFÍA DE AGUSTINA AZUL
Si el desamor es un mero guión o la experiencia vivida y repetida por Rodrigo Arena, autor de Mis días sin Victoria, es prescindible al momento de observar cómo yace en el suelo, con el alma desnuda y abierta por completo al público. El pecho cerrado y su respiración agitada, borran toda frontera entre la ficción y la realidad, entre les intérpretes y las personas que les habitan.
Mis días sin Victoria, estrenada en el 2015, es narrar el vacío cuando ya no queda más dolor por sentir. Es morir mil veces cuando ya estás muertx. Es gritar sin aire, ni pulmón, ni sangre. Es entre otras sensaciones, el relato de una transición.
Una obra testimonial que recorre la vulnerabilidad ante otres, ante la flagelación exagerada de los cuerpos en nombre del arte pero en especial, ante nosotrxs mismxs. La intervención de cuerpos vigorosos nos hace caminar al costado del umbral del dolor para escupirnos en tinta roja que no hay abdomen, ni omóplato, ni costilla que pueda cargar el peso de la angustia que nos queda cuando una persona decide abandonarnos.
Mis días sin Victoria es una historia de amor que no fue, un amor lésbico que surge en la frontera entre lo profesional y lo personal. Una delgada línea que va pervirtiéndose a lo largo de la obra ¿Es personal? Ella pregunta. La otra, besa, baila, le pide que la conquiste, que la toque. Y esos pedidos, en esas 48 horas intensas de un fin de semana en Santa Teresita, vienen a derrumbar un mundo, un proyecto, una carrera. Se vuelven amor y sexo narrado en un guión que nos arrima a la pregunta que nos queda pinchando adentro después de ver la interpretación.
Todo esto que sentimos adentro de la sala, ¿fue personal?
Última función 26 de octubre a las 23hs. en Teatro Timbre 4 (México 3554, CABA).
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