Escribe: Guille Alegre, urbanista y arquitecte UBA.
Ilustra: Samantha Maraboli
¿Todxs percibimos de la misma forma los espacios públicos de la ciudad? ¿Alguna vez pensaste: “mejor salgo antes de que anochezca”? ¿Qué identidades piensan esto antes de salir?
¿Cuantas veces te sentiste inconomodx al entrar a un baño? Los baños de establecimientos públicos, de escuelas, de universidades, de bares, de shoppings, organizados desde una segmentación cisbinaria (VARÓN/MUJER), no admiten todas las existencias.
Los adultos mayores y personas con diversidad funcional, ¿tienen accesibilidad y posibilidad de vivir la ciudad plenamente? ¿Para quién es el transporte público? ¿A quién está dirigida la señalética de la ciudad? ¿Acaso los espacios de juego de las plazas, el mobiliario, abrazan todas las corporalidades, las etapas y las edades?
Muchas preguntas.
Como arquitecte, escribo, estudio y pienso constantemente en si somos capaces de hacer un Urbanismo en clave diversa, que diseñe y mejore el entorno físico-ambiental pero también el contexto social de forma integral.
Un Urbanismo Inclusivo donde las personas y sus identidades estén en el centro, y en vínculo directo con el contexto físico-ambiental y su diversidad ecológica. El desarrollo sólo puede ser sostenible desde la preservación del medio ambiente y entendiendo que no todxs somos iguales, desde una perspectiva de género pero también desde todo lo constitutivo de la identidad, pensando el género como algo transversal, que atraviesa la clase socioeconómica, cultura, religión, origen, etnia, rango etario, diversidad funcional.
El Urbanismo es una disciplina que en términos generales tiene como objetivo el estudio de las ciudades de forma integral y enfrenta la responsabilidad de proporcionar las bases fundamentales para resolver los problemas que se presentan, tanto desde la configuración física como desde la dinámica de las actividades económicas, sociales y ambientales.
La ciudad es un complejo entramado, no solo desde la construcción física, sino también como plataforma donde se lleva a cabo el intercambio político, social y cultural entre las personas, el medio ambiente y la naturaleza. Sin embargo, históricamente los métodos tradicionales del Urbanismo han tendido a homogeneizar, estandarizar y, -desde la interpretación de Judith Butler- cisgenerizar a la sociedad. Pero, ¿qué es cisgenerizar? Interpretar a la sociedad como un todo genérico, como si no existiera la diversidad de identidadeS, de prácticaS, de condicioneS, de trabajoS, de cuerpoS, de vidaS.
Hay determinados cuerpos que habitan la ciudad que quedan excluidos de las estrategias y políticas urbanas, por lo tanto sólo son objeto, y nunca SUJETO de las prácticas urbanísticas, lo que conduce finalmente al silenciamiento y a la invisibilización intencional de la diversidad de existencias. El género es constitutivo de la desigualdad, y entendiéndolo como una construcción social y cultural, nuestra subjetividad se subscribe a una matriz heterosexual -NO simplemente desde la orientación sexual, sino como una forma de entender todos los aspectos de la vida- que representa un régimen definido por un único código binario, produciendo sujetos generizados (de aquí el concepto cisgenerizar). Entonces, el cissexismo legitima formas de exclusión a modo de fronteras. Esto, en el territorio, termina invisibilizando identidades, experiencias y percepciones.
¿Y nuestra subjetividad?
Es esa cicatriz,
el corte en dos,
del corte en vos.
En nuestra supuesta subjetividad se escribe nuestra identidad,
ahí escribimos nuestro nombre.
¿Qué nombre?
Las desigualdades de género, de clase, de etnia, se traducen por ejemplo en los indicadores censales realizados para diseñar políticas públicas, que aparte de ser binarios, son factores cuantitativos que solo dan a conocer una parte de la realidad, sin ser totalmente representativos. Sabemos que no todo es cuantitativo, mucho menos las experiencias y las percepciones. Por eso insisto: apropiarnos de la información y de la tecnología que tenemos a disposición para reunir otro tipo de datos, es central para poder ver otros detalles, conflictos y versiones del entramado urbano que llamamos CIUDAD.
La ciudad, que supone ser de todxs pero no lo es, constituye, como dijimos, el escenario complejo donde se lleva a cabo el intercambio, político, social y cultural entre las diversas identidades. Por lo tanto, no debe ser hostil para nadie. La ciudad debe garantizar una vivienda adecuada y la disponibilidad de infraestructura -agua, gas, electricidad, cloacas- para todxs. Debe apostar por recuperar y fortalecer los espacios de información y comunicación desde la sociedad, debe ejecutar sistemas nacionales y locales de cuidado, debe construir economía y sociedades post extractivistas. Debe fomentar la autonomía y sostenibilidad de las sociedades locales y del medio ambiente priorizando la soberanía alimentaria. Debe implementar políticas públicas urbanas que desde una perspectiva de género promuevan la inclusión y faciliten la accesibilidad y ocupación de espacios públicos –territorio en disputa– para las disidencias y mujeres.
Un Urbanismo para todxs y con todxs debe impulsar la participación de TODAS las personas y a su vez identificar, desde una mirada interseccional, los espacios de vulnerabilidad a los que están expuestxs lxs ciudadanxs para trazar el camino hacia una ciudad más habitable para todxs nuestros cuerpos e identidades porque, está claro, no todxs percibimos de la misma forma los espacios de la ciudad.