por Lorena Bermejo

Ilustración de Eugenia Hernández

Los azulejos se rompen con el balanceo de las paredes

columnas flexibles que hacen del baño

una carcel de tiempo;

se acercan y se alejan

móviles, irónicas

ante un cuerpo cansado

que acaba de amanecer.

Pero el espejo no

el espejo es un mármol de verdad

de rostros (mi rostro) desfigurados de miedo

Treinta segundos

Circulo en lo que queda del espacio

me acoge el umbral de la ducha

gotera eterna que infla cuentas de fin de mes.

Dos minutos

Una mosca en el marco del espejo

en la ventana, en el borde del azulejo roto

en la barra que sostiene la ducha

en el suelo

Dos minutos y medio

Me cubro con los restos de lana

sweater que se deshace con las cuchilladas del reloj

Basta, quiero decir basta

pero me abrazo al silencio:

refugio cotidiano de comodidad

flotante y solitaria

pero comodidad al fin

Tres minutos

y un manojo de tensiones:

la muerte que siempre fue negra

ahora rosada

color pastel

tan delicada ante unos ojos adolescentes

borrosos de lágrima y de confusión

atentos al placer, presos de la responsabilidad

¿Y ahora, qué?