POR AGUSTINA VERDI
FOTOS DE BELÉN RANELLI
Los días previos al Encuentro Nacional de Mujeres estuvieron cubiertos por esa famosa adrenalina, mezlca de ansiedad y nervios, que popularmente llamamos manija. Googleé “Pronóstico en Chaco a 15 días”, “Mapa de Resistencia con escuelas y plazas”, “Bichos e insectos peligrosos que hay en Chaco”, “¿Qué hacer si me pica una vinchuca?”. ¡Para hermana!, ¿No estarás exagerando?, la ansiedad me estaba llevando a autodiagnosticarme cualquier cosa. Me convencí que con un buen repelente dejaba de correr riesgo de vida y me enfoque en lo realmente importante: Llegar al fin de semana del 14 de Octubre con la mochila armada y todos los recaudos que estuvieran a mí alcance.
Nos advirtieron de la hostilidad de la ciudad: Falta de agua, altas temperaturas y un machismo muy arraigado que en cuanto escuchó la voz de la lucha feminista intentó evitar de varias formas que se llevara a cabo el encuentro. Nosotras, que si en algo tenemos experiencia es en levantarnos contra la exclusión, la marginalidad y la opresión, nos preparamos para llegar más fuertes que nunca.
Ya no nos quedamos en nuestras casas, no callamos las injusticias, ni toleramos el piropo callejero o las miradas que nos desvisten y opinan. Porque sobre cualquiera que se identifique mujer habrá un macho habilitado a opinar. El patriarcado ha sido creativo en la producción de adjetivos destinados a identificarnos. Gorda, vieja, blanca, flaca, joven, tonta, negra, bella, inteligente, alta son sentencias que pesan en nuestras espaldas y que buscan definirnos. Por eso el rechazo y la hostilidad que nos esperaba en Chaco ¿Qué peligro podría presentar al lado de un machismo que nos viola y nos mata una compañera cada 18 horas?.
A pura resistencia nos dispusimos a copar la ciudad de Resistencia. Más de 60 mil mujeres de distintas partes del país fuimos una marea violeta filtrándose en cada rincón, extendiéndose sobre los barrios, las plazas, las casas. El derecho al aborto legal seguro y gratuito, la responsabilidad del Estado ante la violencia de género, la erradicación de estereotipos que nos impone la sociedad, la búsqueda de pibas que desaparecen sistemáticamente. fueron algunas consignas tajantes que inundaron la ciudad y formaron parte de los debates que se dieron en los distintos talleres. La lucha también estuvo representada con diferentes expresiones artísticas: Música, artesanías, películas e intervenciones formaron parte de la espuma de esta marea compañera.
Brillos y colores sobre nuestrxs cuerpxs se dispusieron como identidad para arrancarse la exigencia de responder a determinadas medidas y estereotipos. Tortas, Trans, Travas, todas las feminidades juntas con torsos libres y desnudos nos encontramos cómplices, bellas y diferentes en esa alegre rebeldía. Y nos olvidamos, por un rato o para siempre, de la mirada que nos cosifica constantemente.
Marchamos en manada atravesando las calles de la ciudad entre ritmos de denuncia y percusión. “Alerta, alerta, alerta que camina, mujeres feministas por América Latina. Se cuidan, se cuidan, se cuidan los machistas, América Latina va a ser toda feminista”. Cantamos y gritamos al unísono mientras nos acercábamos al Parque de la Democracia. Alrededor de la marcha se nuclearon los curiosos por el fenómeno encolumnado que dejaba rastro a su paso y era inevitable mirar. A ellxs lxs invitamos a reflexionar “señor, señora, no sea indiferente, se llevan a las pibas en la cara de la gente”.
En contra de todo pronóstico la marcha concluyó exitosamente sin incidentes mayores ni ataques a las mujeres que componíamos la columna. La cuerpa candente, inflamable, la cuerpa que somos todas, acostumbrada a encenderse y transformarse en fuego, no tuvo este año la necesidad de correr ante las armas de la represión. La marea salada y espumante se agitó al llegar al Parque de la Democracia, creció muy por encima del nivel del mar ahogando miedos, prejuicios y tristezas.
Entendimos que el peso de la mochila que buscan imponernos es menor si estamos juntas, si desarticulamos su poder y damos lugar a las palabras sororidad, empoderamiento y organización. Estos términos que repensamos y que con el tiempo vamos aprehendiendo hasta hacerlos carne, nos fortalecen y hermanan en la lucha.
FOTO: BELÉN RANELLI
Asumir el compromiso de hacer caer el patriarcado no es tarea fácil pero vamos en buen camino porque cada vez somos más, porque los lazos que tejemos entre nosotras son cada vez más extensos y resistentes. Esta marea ya no cesa, crece y se desborda cada vez que una mujer es maltratada, sometida, oprimida.
Ya estoy en mi casa, el Encuentro pasó y no me picó una vinchuca como temía antes de viajar. pero sí me picó un bicho que contagia fiebre feminista y es resistente a todo repelente opresivo. Tal vez la cura sea derribar al patriarcado. Por lo pronto me preparo para transitar otro año más cargado de lucha y empiezo a tachar los días que faltan para viajar a Chubut, ciudad que nos recibirá en 2018 para el 33 Encuentro Nacional de Mujeres.