ESCRIBE CAMILA ALFIE
ILUSTRA NATALIA ABDALA
Rebelde Way, 2002.
En la escuela Elite Way School Felicitas no era la más gorda pero, como no se le marcaban los huesitos de la cadera, los insultos constantes que la comparaban con vacas, ballenas y hasta tachos de basura, eran moneda corriente. Su compañera Mía Colucci, apoteosis de la belleza canónica y la hiperfemeneidad, le decía que no tenía que ser insegura, que tenía que quererse a ella misma y que lo importante era lo de adentro. A Mía, su cuerpo estilizado la subía al pedestal de la popularidad y la revestía del aura de diosa, sin embargo, frecuentemente lloraba frente al espejo agarrándose piel de su vientre chatísimo para quejarse de que no era lo suficientemente flaca. Pero la que era tratada de gorda horrible nunca era Mía, sino Felicitas: incluso el guión de la serie reforzaba esta idea mostrándola como una chica que comía, desesperadamente, a escondidas. Insegura, llorona y torpe; indeseable y aburrida; una adolescente que nadie quería ser.
Instagram, 2020.
Los años pasaron y corrió mucha agua y marea verde desde el éxito juvenil de Rebelde Way, que lleva la marca de hierro de Cris Morena, pero algunos discursos no cambian, más bien se resignifican con una lavada de cara. Desde que las redes sociales se masificaron (sobre todo plataformas que priorizan el uso de la imagen, como Instagram), el discurso Body Positive conquistó estos espacios virtuales. Asimismo, mientras los feminismos de distintas latitudes del globo se organizaban y se consolidaban como movimientos cada vez más masivos e influyentes con la capacidad de poner sobre la mesa y cuestionar distintas opresiones patriarcales como los cánones de belleza, estos eslóganes se subieron al carro y se difundieron aún más.
El movimiento Body Positive tiene su origen en países anglosajones y mantiene la premisa de que todxs deberíamos amar nuestro cuerpo por sobre todas las cosas, como si fuese un templo sagrado. De esta forma, influencers y famosas de todas las tallas y colores, marcas de ropa, productos higiénicos, cosméticos y de consumo audiovisual empezaron a proponer, militar e instalar la idea de que todxs podemos y deberíamos amar(nos) como un imperativo definitivo y una instancia superadora. En definitiva, el Body-Positive, es decir, la idea de la positividad corporal, funciona como una varita mágica: una vez que nos toca mágicamente pasamos de sentirnos insegurxs con nuestros cuerpos a querernos y tener confianza en nosotrxs mismxs.
¿Qué hay detrás de estos discursos que cosechan millones de likes y que catapultaron a la fama influencer a cientos de chicas? ¿Qué hay de malo en quererse un poco?
Sin dudas esta idea que promulga que todos los cuerpos -negros, blancos, flacos, gordos, viejos, jóvenes- son válidos y queribles, parece beneficiosa y atractiva, pero la realidad es bien distinta: no todos los cuerpos son ni valen lo mismo para los parámetros y valores capitalistas, gordofóbicos, capacitistas, sexistas y racistas de la sociedad. Está muy bien poder querernos, pero ¿y si no podemos?
Rebelde Way, 2002.
Por más que Felicitas tratase de quererse a sí misma y aceptarse “a pesar de” su cuerpo, el destrato constante de sus compañerxs la llevaban a odiarse cada día más. Entonces, Mía culpabilizaba a Felicitas por no amarse lo suficiente: la pobre Felicitas, además de ser víctima del bullying colectivo, también tenía que lidiar con la culpa de saber que no era capaz de quererse. El discurso del Body Positive reproduce esa premisa simplista, neoliberal y meritócrata, de que todxs partimos del mismo lugar y las mismas condiciones, y todxs podemos lograr nuestros sueños si nos esforzarnos mucho. En definitiva el pobre es pobre porque quiere, y el gordo que no se ama es un infeliz porque no hizo lo suficiente. ¿Y entonces?
Nadie dice que está mal tener autoestima, sin embargo, ¿cuál es el alcance político de querernos a nosotrxs mismxs si constantemente los medios de comunicación y la industria de la dieta y la moda refuerzan que solo hay un tipo de cuerpo válido y deseable: el magro, el joven, el que no es discapacitado? ¿Cuál es el sentido de “abrazar nuestros rollos” en un mundo capitalista donde los paramentos de belleza hegemónica rigen gran parte de la industria cultural y promueven dinámicas sociales y facturan consumos millonarios?
Es difícil polemizar la filosofía del Body Positive: si constantemente estamos oprimidxs por normas corporales homogeneizantes, no viene mal que se instale la idea de que todxs podemos amarnos. Sin embargo, si rascamos un poco la superficie de este discurso colorido y cómodo, es fácil darnos cuenta que no critica ni responsabiliza a quienes generan y promueven estándares de belleza inalcanzables. Mía Colucci, cuando le decía a Felicitas que tenía que amarse, no reflexionaba acerca de que ella era una privilegiada por ser flaca, y que sus privilegios magros oprimían a Felicitas y estaban sostenidos por distintas industrias y prácticas culturales que promueven consumos y dinámicas sociales. De la misma forma, las marcas cosméticas y las firmas de ropa que nos mandan a amarnos a nosotrxs mismxs tampoco pondrían sobre la mesa la responsabilidad de quienes insisten en mostrar cuerpos flacos como el único parámetro posible de éxito corporal y deseabilidad. Como dice el dicho, entre fantasmas no se pisan las sábanas.
El discurso del Body Positive se plantea como una propuesta rupturista frente a la narrativa de los cuerpos “perfectos”, sin embargo, al no ir al fondo de la cuestión, promueve una subjetividad neoliberal donde no importa si la opresión viene de todos los frentes porque lo fundamental es lo que hacemos nosotros mismos en nuestro fuero interno. Para comprobarlo, las modelos talle S se aprietan rollos que no existen o se contorsionan para mostrar un pozo de celulitis de medio milímetro y estrías que solo se pueden ver con lupa, como prueba de que las personas flacas tienen imperfecciones como todo el mundo y, a pesar de eso, lograron amarse.
Instagram, 2020.
Esta práctica de mostrarse al natural se ha vuelto una dinámica constante entre influencers contratadas para mostrar sus cuerpos. Posteos que desfilan pelitos, escasos rollitos y aguna que otra marquita, son acompañados de frases de auto-amor y un aluvión de likes y mensajes de sus fans, que les agradecen por sus actos de valentía, recordándoles lo “fuega” y “potras” que son. Sin embargo, su natural es la norma: un natural correcto, deseable y, para la mayoría, inalcanzable.
Al hacer este tipo de posteos, las influencers y modelos magras promueven la idea de que sus cuerpos son como el de todas las chicas, con imperfecciones. Del otro lado de la pantalla, los cuerpos reales son muy diferentes, lo que remarca la condición hegemónica de sus cuerpos flacos y estilizados mientras que borra este privilegio bajo la premisa de que todos los cuerpos son iguales que los de ellas.
Como bien sabemos, esto no es así: no todos los cuerpos importan, no todos los cuerpos son mostrados bajo la misma igualdad de condiciones, no todos los cuerpos tienen el derecho de existir sin estar constantemente pidiendo perdón o permiso. Mientras algunos cuerpos pueden exhibirse sin maquillaje y sin ropa y son aplaudidos, otros, muchas veces, son atacados con comentarios gordofóbicos de anónimos o no tan anónimos que mandan a la gorda en cuestión a adelgazar porque se va a morir de exceso de colesterol. Cuando la pancita “de más” ya no vende, los cuerpos gordos son criticados por promover el sedentarismo y ser una apología de la obesidad. Entonces: no, no todos los cuerpos son iguales. Como señala el investigador Nicolás Cuello: “las historias de opresión sistémicas en relación a nuestro peso corporal no pueden ser inivisibilzadas por estos activismos online que se parecen más al voluntarismo revictimizante del entusiasmo neoliberal y el coacheo ontológico”.Por eso, es válido preguntarnos: ¿qué tan positivo es el body positive? ¿Qué tan cerca está del discurso del telar de la abundancia y de ser una solución cómoda y simplista que nos hace creer que somos subjetividades flotando en un cosmos donde no importan los mandatos sociales, sino lo que nosotrxs pensemos de nosotrxs mismxs? Quizás sea hora de pensar, junto a los activismos que ponen sobre la mesa la posta, en un verdadero cuestionamiento a aquellas normas corporales que tanto daño nos hacen.