POR ORNELLA RUOTI
ILUSTRACIÓN: MICAELA STUCKE
Es primavera y cambian
los colores de los pelos
cambia el largo de los abrigos
que antes tapaba
y ahora muestra
panzas tatuadas.
El aire
se pone más denso
y en el tren
se nota que falta.
El pajero queda al descubierto:
el sol le ilumina la jeta
cuando pasa la piba en falda.
Quedan al descubierto sus ojos
que consumen la forma de un cuerpo libre:
su boca, desubicada.
En primavera el calor
le da temperatura
al espíritu.
La piba y su falda
se animan a estamparle,
al pajero,
la saliva en la cara.
En primavera
el vino
pega más.
En septiembre marchar es más lindo:
no se entumecen los dedos
por el frío que me recuerda al pecho
de esxs que nos gobiernan
sin cercanía-criterio-sentido.
En primavera el feminismo
me limpia las lágrimas.
Antes puteaba al aire
por indeseada, incogible, inadecuada
para este mundo de piernas flacas y largas.
Ahora el aire
me hace florecer
vestirme como me gusta
amar mi piel.
Dejo de esconderla, ocultarla;
curtida y blanda,
vieja y renovada,
sabe habitar bien
la primavera.