“Ponerle palabras al dolor es parte de que vos puedas expresarlo y que otras personas puedan sentirlo”

Por Candelaria Hernández Villarreal y María Victoria Varela

Ilustración de Eugenia Hernández

“Pocas veces en mi vida gocé y eso se nota. Se nota en mi mirada, se nota en mi andar, se nota en mi voz. ¿A quién quiero engañar? Siento culpa. Culpa por despertar y no ser la víctima que todos esperan. Culpa por elegir cojer después de que me cojieran. Culpa por querer mojarme, por desear muchos hombres, por querer acabar cada día, por sonreírles en vez de sentir desprecio. Culpa por querer que acabe el dolor. Por querer acabarle al dolor. Por querer acabar. Con esto”.

En la página 116 quien habla es Belén López Peiró, autora de Por qué volvías cada verano, libro presentado este 2018 después de un trabajo de casi dos años junto a Gabriela Cabezón Cámara, editora y amiga de Belén. Por qué volvías… es denuncia y a la vez relato del abuso ejercido por parte de su tío, comisario de la Provincia de Buenos Aires, durante su infancia y adolescencia en el pueblo de Santa Lucía, donde la joven pasaba sus veranos mientras sus padres trabajaban. Es la exposición de diversas violencias, atestiguadas por casi sesenta voces de distintas personas -incluso la propia- que de forma directa o indirecta tuvieron participación en los hechos. Es también una invitación al lector a cuestionarse cómo cada una de ellas se para de cara a esta situación.

Belén tiene 26 años, es periodista y estudió la carrera de Ciencias de la Comunicación en UBA. Vivió un tiempo en España, donde trabajó como redactora para el diario El Mundo y actualmente colabora con el Suplemento Las 12 y Revista Anfibia. En un bar de Congreso, Belén  cuenta que desde chica le gusta escribir, que por eso se dedicó al periodismo y que “la escritura de una misma con una misma” la llevó a participar del taller de literatura de Cabezón Cámara en San Telmo. “Para mi no existe la ficción. Todo lo que vos escribís siempre surge a partir de algo, es una vivencia personal. Un sueño, una representación mínima. Surge a partir de eso y todo habla de vos”.

Sin buscarlo, el espacio que abrió en ese taller fue el puntapié inicial para trabajar una situación de abuso que tenía sepultada. “Tenía miles de papeles escritos pero nada sobre mi, hasta que un día nos llegó al Taller que desde Abuelas de Plaza de Mayo convocaban a jóvenes escritorxs que jamás hubiesen publicado a que compartan sus relatos sobre qué era la identidad para cada unx”. Las obras ganadoras de ese concurso serían repartidas en escuelas primarias. “Narré en primera persona mi situación de abuso y me respondieron que estaba buenísimo, pero que era para chicxs. No daba el lenguaje; pero fue lo primero que pensé cuando tuve que hablar de identidad, para mí eso era identidad. No puedo negarlo”.

Las primeras 30 páginas de Por qué volvías… son una suma de puntos aparte que vomitan una voz tras otra. Además de construir sus propios relatos, estas voces van hilando una historia que (a)parece desarmada en un principio, pero va tejiendo el entramado alrededor de los hechos.

“Quise darle la posibilidad a lxs lectores de que puedan interpretar por ellxs mismxs. No dar por sentada ninguna verdad, porque cada voz tenía la suya”.

Es que cuando Belén pensó en identidad, no pudo separarse de su propia vivencia pero a la vez pensó en otras dos voces más: la de su tía y su prima. En esa instancia dejó que salga de adentro suyo más de una situación que ella fue vinculando con diálogos propios y ajenos, escenas judiciales, declaraciones, conversaciones telefónicas.

“Yo no soy yo si no es con las demás voces que tengo en mi cabeza”

En lo que la escritora denomina como el primer relato de una situación de violencia contado de forma polifónica, el proceso de escritura fue clave: valiéndose de sus propios recuerdos fue tomando las voces externas para que esas mismas voces sean las que cuenten la historia. El ejercicio fue borrar sus propias intervenciones y llegar al crudo sin sutilezas ni atenuantes: un desgrabado de sus recuerdos. De cada encuentro editorial junto a Gabriela Cabezón Cámara surgió el tamizado de microrrelatos que armó -para Belén y para quien lo lea- las 124 hojas de Por qué volvías cada verano.

“Nunca hablo como hablé en el texto. Fui construyendo las voces pero sin dar detalle, corriéndome del “querido diario”. Te duele el cuerpo, te pesa la espalda, te duele la cintura. Ponerle palabras al dolor es parte de que vos puedas expresarlo y que otras personas puedan sentirlo. Son interpretaciones: cada unx saca sus propias conclusiones”. Este modo  de decir pone luz sobre la responsabilidad que supone la elección de palabras. Belén dedica específicamente dos fragmentos a desmembrar dos de los términos con los que usualmente se conecta un caso de violencia hacia la mujer, “víctima” y “abusador”. En esto es categórica: “llamar víctimas a las denunciantes es volver a garcharlas otra vez, y otra vez. Es ubicarlas en un casillero de donde es muy difícil salir. Al mismo tiempo, hablar de ellos como abusadores es dejarlos en una posición ingenua, reducir su locura”.

“Llamarlas víctimas es volver a garcharlas otra vez. Y otra vez”

Las barreras que ponen distancia de ese recuerdo suprimido por el propio instinto de supervivencia, a veces caen. Con plena conciencia de lo intenso que es hacerse cargo y los costos que tiene en ella volver sobre su pasado, Belén decidió llevar adelante la causa contra su tío, con el apoyo de su mamá, su papá, su hermano y amigxs. Fue protagonista de machismos y vejaciones dentro del proceso judicial -como declarar seis veces lo mismo, pérdidas de expedientes, etc.- en una causa intrafamiliar hacia una persona con poder dentro de tres instituciones sociales claves: en las fuerzas de seguridad de la Provincia de Buenos Aires, en la mesa chica de la Iglesia y en la dirigencia del único club social de Santa Lucía.

Ante el temor de que en el pueblo se siga conviviendo con un abusador lleno de poder y legitimidad dentro de la comunidad, Belén decidió viajar a hablar cara a cara con sus nueve primas, contar sin atenuantes lo que había pasado, cuándo y con quién. Teniendo en claro cuál es la situación de la justicia y de su tío, su objetivo con la causa nunca fue pelear por la máxima condena; pero el solo hecho de pensar que la historia podría repetirse con otra menor, la llevó a explicitarlo incluso ante sus propios familiares.

Por qué volvías… recorre las distintas expresiones de violencias que aparecieron en el momento en que Belén eligió tomar lo que era suyo, recuperarse. Porque si bien la violencia empezó el primer día, no terminó hasta hoy. “Lo más grave fue lo familiar, la mirada del otro, fue la justicia, la ginecóloga, la pediatra. La violencia está ahí”. Es así que su compromiso fue doble: consigo misma y con todas las mujeres que no tienen ni tuvieron las mismas herramientas que ella para salir de esa situación, con todas aquellas que nunca pudieron nombrar ese dolor.

“Siento que no podría haberlo hecho de otra manera. Mi justicia estaba en mi libro, era algo más personal. Si bien sentís que nunca se acaba, empezás a buscar un cierre a tu propia historia. Me pareció que el libro podía ser una forma de transformar una situación de dolor en una obra. Ponerle palabras al dolor y a lo bueno, recuperar el cuerpo expropiado. La violencia no tiñe de negro todo lo que vos viviste. Hay recuerdos de mierda, pero también cosas que hacen a lo que soy hoy. Seguís viviendo”.

Prólogo. Editorial Madreselva