Mi primer miércoles verde fue hace tres años

TEXTO ANONIMX
ILUSTRACIÓN EUGENIA HERNÁNDEZ

Hace dos años empecé a salir con un chico. Yo de capital, él de provincia, zona norte. Era el tipo de chico con el que siempre quise estar. Teníamos muchos gustos similares, nos entendiamos muy bien y nos veíamos seguido.

Al mes y medio nos pusimos de novios. Estábamos locos el uno por el otro, siempre pensando cómo iba a ser nuestro futuro juntos, cuántos hijos íbamos a tener, dónde íbamos a vivir. Poco a poco – y sin darme cuenta – empecé a dejar que él hiciera conmigo lo que quería. Empezaron los celos, los cuestionamientos y, para mi, lo peor de todo: empezamos a tener relaciones sexuales sin mi consentimiento pero que dejaba pasar porque para mi eso era amor.

Varias veces me insistió en coger sin cuidarnos. Yo no quería, pero se aprovechaba. Con mis 19 años recién cumplidos, estaba aprendiendo cómo se sentía que pasaran mis límites. Él fue mi primer novio, yo estaba ciegamente enamorada y tardé en darme cuenta de lo mal que me estaba haciendo. Después de un tiempo decidí terminar con todo eso y desaparecí de su vida.

No me sentía bien. Me sentía sola y sucia. Y usada.

 

A las tres semanas empecé a sentir dolores, me estará por venir, pensé. Pero lo días pasaban y nunca llegaba la sangre. Deben ser los nervios pensaba yo, pobre yo. Más días pasaban, más nerviosa me ponía. ¿Y si no me venía? ¿Qué iba a hacer? ¿A quién le iba a decir? Un día no pude más. Fui a la farmacia, me compre un test y me prometí que a la mañana siguiente lo iba a hacer.

Ese día fui la primera en levantarme. A las seis am estaba en el baño, sacando el test de la cajita en silencio para que no se escuchara el ruido del plástico. Después de hacerlo, lo guardé en un cajón y esperé cinco minutos. Los cinco minutos más largos de mi vida. Positivo. No entendía cómo me podía estar pasando eso a mi.

Esperé a que se fueran mi hermano y mi papá para poder decirle a mamá. Le dije y lloró, lloramos por una hora, le dije que no lo podía tener. Me acordé de que existían unas pastillas porque las había escuchado nombrar. Esas cosas que no te enseñan en ningun lado.

 

Todo el día me quedé pensando qué iba a hacer. Le hablé a mi ex para contarle y durante una semana me trato de convencer de tenerlo, diciéndome que íbamos a vivir en su casa, que yo tenía que dejar de estudiar para hacerme cargo del bebé, mientras él trabajaba.

¿Cómo podía decidir sobre mi vida y la del futuro bebé con lo mal que me había tratado?

Tenía mucho miedo pero no iba a permitir que tome decisiones por mí, decidí ser valiente, responsable y pensé por el futuro de los dos. Elegí el aborto. Aborté un miércoles a la noche en mi casa, mis papás no durmieron para ayudarme y acompañarme.

 

Fue la peor noche de mi vida. Sentía mucho dolor, pero lo que más me dolía era la culpa y el miedo. Hace dos años todavía no se hablaba sobre el aborto como se hace hoy en día, me sentía sola, sentía que nadie me iba a entender. Lo que es peor, pensaba que estaba haciendo algo malo. Lo mantuve en secreto hasta hace poco tiempo, de a poco me animé a hablarlo con la gente, a compartir experiencias y a aconsejar si era necesario.

Fue todo un proceso en el que fui entendiendo que tomé la mejor decisión y que no fui, no soy y no voy a ser la única que va a pasar por un aborto.

Sea por la razón que sea, por ser una persona gestante, es nuestra elección, nuestro cuerpo y futuro los que están en juego.

 

No tengo que dejar que nadie decida por mí, sólo yo se que es lo mejor para mi vida.