Manos. Manos de mujeres que acarician, luchan, construyen y transforman de mil maneras: escuchan atentas, ceban un mate, tejen y entretejen tramas de vínculos; bailan tras las palabras, danzan con la música y los sonidos. Gritan y resuenan en una canción o en una marcha o en una huerta o en un abrazo. Trabajan la paciencia. Trabajan la tierra desmalezándose el camino: se abren paso para cosechar, para sembrar; se abren para dar y recibir. Se dan, se comparten, se dibujan las unas a las otras, se viven, se construyen, se pintan; se llenan de colores. Se embrujan, se hermanan, se contagian.
Manos de mujeres que sangran desde el útero, que lloran desde las entrañas y se revolucionan, se transforman, se transmutan. Manos de mujeres que por siglos y siglos fueron despojadas y saqueadas de sus cuerpos y sus voces. Manos de santas, de brujas, de putas.
Manos de fuertes guerreras que se enlazan empoderadas y no callan más.