Se prende fuego mi casa, la Tierra

Escribe Leila Albarracín Banquero

En la mañana porteña amanece el cielo nublado. Desde temprano las nubes densas, azules y grises, presionan sobre los edificios. Podría ser la humedad que anticipa la lluvia. Pienso que se trata de un clima común, propio de este lado del Río de la Plata, pero abro la ventana y toso. En unos segundos puedo sentir como vuelve el ahogo que sufría por la ansiedad, por el futuro imprevisible. Esta vez la reacción es distinta, responde a un hecho exterior, concreto: el aire cargado de humo.

En el espacio público de las redes sociales las cenizas de la quema se esparcen en las stories: nos quemamos, anuncian los usuarios mientras un mapa latinoamericano se tiñe de rojo. “Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos. El mundo es eso – reveló. Un montón de gente, un mar de fueguitos”. El relato de Galeano emerge como si lo gritaran las imágenes satelitales.

Humedales, countries y agrotóxicos

Los humedales son reservorios invaluables de uno de los ecosistemas más biodiversos del planeta. Se calcula que su regeneración podría llevar cientos de años. Ivo Peruggino, activista medioambiental por la defensa de los humedales del Delta Paraná, señala, en su cuenta de instagram, que la importancia de proteger los humedales radica en que este tipo de superficies- temporal o permanentemente inundadas- son fundamentales para sostener la vida, ya que son una reserva de agua dulce, retienen nutrientes contaminantes, desaceleran el cambio climático, purifican el agua y aire, y así evitan inundaciones.

Los intereses del empresariado agropecuario y de los desarrolladores inmobiliarios tienen la mirada puesta en expandir las fronteras para el monocultivo -soja y trigo transgénicos- y para la construcción de viviendas de lujo en las islas y las costas del río. A su paso ya provocaron la muerte de especies nativas -aves, reptiles, mamíferos. El Ciervo de los Pantanos, un animal que habita en el humedal de Campana, está en peligro de perder parte de su hábitat porque las autoridades locales aprobaron un proyecto de rezonificación de El Tajiber, una zona lindera al humedal, que actualmente solo alberga una plantación de álamos, pero podría convertirse en zona industrial. Como rodea la reserva natural donde habita el ciervo, la instalación de industrias lo expulsará del lugar.

Por omisión, el Estado está dejando hacer al negocio extractivista un uso y abuso de todos los recursos que permiten la sostenibilidad habitacional, y el impacto no sólo causa enfermedades respiratorias crónicas sino que pone en riesgo a las generaciones futuras al vulnerar un derecho básico: el de la vida de todas las especies.

Actualmente los proyectos para una Ley que proteja a los humedales -que en Argentina representan un 21,5% de la superficie- están siendo debatidos en el Congreso nacional, y su sanción más que nunca resulta clave ya que fomentaría la conservación de áreas declarándolas como reservas naturales. Todavía estamos a tiempo de frenar la escalada.

El consenso científico internacional acuerda que estamos cercanos al punto de no retorno ecológico. La aceleración de procesos de cambios ambientales, de seguir a este ritmo, coloca en jaque la posibilidad de acceder a los recursos necesarios para subsistir en los próximos años. Sin embargo, pareciera que, para los Gobiernos, esta alerta es accesoria y no tiene la principalidad que debiera tener.

Urgente: legislar el humedal

Los incendios intencionados no son novedad, ocurren cada año en focos específicos de nuestro país. Una de las razones por las cuales desconocemos las causas que los provocan se debe a la poca visibilidad que siempre tuvieron en la agenda mediática comercial. Un grupo reducido de corporaciones vinculadas al agronegocio de la soja, a la ganadería y a la especulación inmobiliaria, sectores que intensifican el modelo extractivista, presionan sobre el sector político, y en conjunto legislan desde el poder. Son los dueños de la tierra los autores intelectuales de los incendios, quienes se benefician del desastre que deja el fuego, de la destrucción masiva de hectáreas. No están solos, actúan en connivencia con autoridades provinciales, jueces y fiscales que miran con indiferencia la situación socio ambiental de sus territorios o, simplemente, prefieren no mirar.

El aislamiento por la pandemia del coronavirus no detuvo a las actividades depredadoras del medio ambiente. En carácter esenciales -declaradas así por alimentar las grandes producciones de alimentos- gran parte de los sectores económicos desde el primer día aprovecharon la inmovilización popular para avanzar en proporciones históricas sobre la quema y el desmonte.  Los humedales en el Delta del Paraná, el norte valle de Punilla de Córdoba, el bosque nativo de Santiago del Estero, Salta, Formosa, Chaco y las reservas naturales alrededor de toda la Provincia de Buenos Aires, además de gran parte de la selva amazónica en Brasil. Todo se quema. Todavía no hay datos oficiales pero distintas organizaciones ambientales aseguran que por la magnitud y gravedad de los hechos estamos ante un ecocidio, una extensa variedad crímenes cometidos contra la naturaleza. La alerta preocupa más que nunca, con dimensiones que desde hace seis meses se incrementaron sin control: más de 9.000 focos de incendio casi a diario que han ocasionado pérdidas ecosistémicas incalculables.

#25A: soberanía alimentaria o nada

Con el hashtag #Bastadefalsassoluciones comenzó a agitarse en la comunidad virtual el activismo por visibilizar el repudio al acuerdo porcino con China y  exigir una consulta popular. En tiempos de aislamiento social preventivo y obligatorio, la movilización fue coherente con los lineamientos de prevención.

Durante la tarde del martes 25A sucedieron, en simultáneo, diferentes formas de difusión e intervención en la vía pública en Chaco, Catamarca, Necochea, La Plata, zona oeste de GBA, Mar del Plata, Mar Chiquita y Miramar. En la Ciudad de Buenos Aires, la concentración fue convocada en Plaza de Mayo desde las tres de la tarde. En la histórica plaza, distintas organizaciones medioambientales manifestaron, de forma pacífica y articulada, los reclamos conjuntos: queremos otra forma de consumo y producción, que garantice la sustentabilidad de la tierra y que permita la soberanía alimentaria.

Con el correr de las horas las pancartas se multiplicaron, haciendo extensivo el llamado a involucrar a todxs contra las políticas que prometen “reactivar la economía”. ¿Cómo podemos pensar que la solución es la del modelo de producción extractivista que generó el mismo problema que nos trajo hasta acá? De acuerdo a especialistas de salud, el principal potencial pandémico reside en la transmisión zoonótica la cual es fruto de la explotación animal  para el abastecimiento de carne para el consumo humano. ¿Se trata de optar entre una milanesa de carne o de garbanzo, o más bien de salvar una casa qué está en llamas?

Cuando llegó la lectura del documento que nucleaba los principales reclamos, la Policía de la Ciudad detuvo a dos manifestantes por intervenir una fachada con una pintada. No es novedad la arbitrariedad con la que actúan las fuerzas policiales. Rápidamente, lxs activistas cortaron el paso del móvil policial para impedir su avance. La excusa, tampoco novedosa, fue la averiguación de antecedentes. El micrófono se trasladó a la calle, al lado de decenas de policías que actuaban como escudo. Finalmente, las activistas fueron liberadas.

Hay un vínculo directo entre los incendios planificados y el inminente acuerdo porcino con China, donde los principales beneficiarios son los mismos de siempre. En nuestra historia, resuena el eco de la campaña del desierto, cuyas intencionalidad política exterminó a los pueblos originarios y los expulsó de su lugar. Desde comienzos del siglo XX la acumulación originaria se concentró en unas pocas cuentas bancarias. De granero a matadero del mundo.

Desde sus redes sociales, Soledad Barruti llamó la atención sobre el acuerdo firmado en 1996 a cargo de Felipe Solá que permitió la entrada de los agrotóxicos al país. La historia vuelve a repetirse, los acuerdos comerciales no se debaten, y las consecuencias impactan directamente en las condiciones de vida de la población.

Como señala la politóloga y activista de Rebelión o Extinción,  Flavia Broffoni, en nuestro país se intensificaron a escala porcentual los valores del consumo de glifosato, durante el acaparamiento de la producción agroindustrial en mano de las tres corporaciones que son dueñas del 70% de la producción de semillas, y que además lideran la industria farmacéutica y monopolizan la producción de vacunas. En este sentido, de firmarse el acuerdo con China no sólo se instalarían fábricas industriales de cerdos sino que incluye rescindir a la soberanía alimentaria y calidad de nuestro consumo. Las granjas industriales producen desechos contaminantes para la salud, los cerdos son tratados con antibióticos permanentemente lo cual genera una resistencia mayor frente a cepas de bacterias y nos predispone a la propagación de enfermedades para las cuales no tendremos defensas, tal como sucede con el virus COVID-19.

En este contexto resulta vital unir fuerzas en las luchas interseccionales antiespecistas y de trabajadores de la tierra para solidificar otro modelo de desarrollo que tenga la sostenibilidad como prioridad en la producción y consumo de alimentos, sin hipotecar el futuro a costa de unos pocos privilegiados. Como ilumina Donna Haraway, “seguir con el problema requiere generar parentescos raros, nos necesitamos recíprocamente en colaboraciones y combinaciones inesperadas en pilas de compost caliente. Devenimos de manera recíproca o no devenimos en absoluto. Ni la esperanza ni la desesperación saben enseñarnos a jugar a las figuras de cuerdas con especies compañeras”. Es que el futuro es ya mismo, y por eso devenimos juntxs o no devenimos en absoluto.

Acá la petición de Change.org de Jóvenes por el clima.