Fotografías de Belén Ranelli
Nosotras paramos el mundo
Para ser esta que soy, tuve que morir muchas veces, darme nacimiento, entrar en la oscuridad de las memorias de dolor, de placer, de fuego, de lucha.
Para ser estas que somos: embravecida marea de lluvia brillando, debimos ser antes espuma en los márgenes, las locas de la familia, las putas en la calle, las complicadas en las relaciones, las rebeldes de la sociedad.
Para ser juntas oleada irrefrenable, un poco de agitación no basta, porque de adentro arde el deseo de cambiarlo todo. El feminismo es a todo o nada. Eso lo sabemos bien las que caminamos juntas, las que nos pensamos en colectivo, las que inventamos mundos con las palabras.Las revoluciones no piden permiso, corren riesgos porque también creen como nosotras que el riesgo más grande es el que no se corre.
Leila Inti
Un grupo de chicas corta la 9 de Julio / visten uniformes de colegio / camisas blancas y polleras grises / pañuelos verdes / los ojos y las mejillas plagadas de brillos violetas
Un grupo de chicas corta la 9 de Julio / tienen 14, 15 o 16 años / el 3 de Junio de 2015 ninguna tendría màs de 13 / se escriben el cuerpo / y los pinceles manchan / por error o por elección / el uniforme gris y blanco / de verde y violeta
Un grupo de chicas corta la 9 de Julio / y una grita con fuerza: poder, poder! / el grito interrumpe las charlas y las risas / microsegundos de silencio separan al grito de una / de la respuesta de todas / que al unísono gritan /
Poder popular
Y ahora que estamos juntas y ahora que sí nos ven
Abajo el patriarcado
Se va a caer, se va a caer!
Arriba el feminismo
Que va a vencer, que va a vencer!
Andrea Raimondi
El subte está lleno de pañuelos verdes, en cada estación se suben grupos de pibas con carteles y sus rostros pintados con consignas. Cuando llegamos a Diagonal Norte una manada de mujeres nos bajamos de los vagones, a lo lejos se escuchan bombos, aplausos y murmullos. Toda esa energía me hace sonreír, ajusto fuerte mi pañuelo y subo por las escaleras mecánicas; mientras más cerca estoy de la tierra mas siento que tiembla. Ver tanta gente me genera euforia, camino rápido esquivando grupitos mientras les sonrió; ellas me devuelven la sonrisa. Estamos todas muy felices, creo que es porque nunca esperamos ser tantas. Estamos felices porque luchamos, porque estamos juntas, porque la marcha es de todas, porque nos sentimos partícipes de un momento histórico y esa felicidad se transforma en rabia cuando por momentos hacemos silencio por las que ya no están.
Porque por ellas estamos y nos encontramos.
Porque nos hermana saber que por todas nosotras peleamos.
Belén Ranelli
Nos mostramos con pelos en la pierna, en las axilas y en la panza. Nos mostramos sin censura push up. Nos mostramos con lemas, dolores y causas escritas en nuestra piel. Nos mostramos gordas, anormadas, deseantes y liberadas. Nos mostramos militantes de lucha por la igualdad y la legalización del aborto. Nos mostramos putas, guarras, locas, villeras, histéricas, las insultadas por el patriarcado, orgullosas de lo que somos. Nos mostramos organizadas, capaces de gritar y denunciar sin pedir permiso por la edad. El #8m (sentí que) todas nos mostramos como queremos ser en cada minuto de lo cotidiano, libres de toda opresión.
Solange Idalgo
Desestabilizar, resquebrajar, agrietar, atormentar. Qué tienen de negativos estos conceptos si se entrelazan en el calor de una marea de pies, brazos, párpados, pechos. Cuerpas impulsadas hacia adelante en una sinergia implacable de voces empoderadas, aullidos de liberación que desintegran las células madre del esquema patriarcal. Feminidades expandidas, brillantes que se r e c o n o c e n poderosas, vehementes, inquebrantables. Voceras de un movimiento que nos enseñó a muchas los giros de lo colectivo. Porque miramos hacia atrás y ya no somos las mismas. No podemos volver a serlo. En la mirada de la otra nos estamos viendo todo el tiempo, en las mochilas sosteniendo pañuelos verdes. En los tatuajes, en las cicatrices. En la tele, en el papel. En las redes. En las paredes. No paramos de vernos, llamándonos como lobas que corren salvajes al encuentro. Para ser más, para despertar compañeras en todo el globo terráqueo. Para llenar plazas, calles, mundos.
Tal vez no terminamos de tomar conciencia, de dimensionar, que cuando hablamos de hacer historia, estamos hablando de hoy. De nuestras conquistas diarias y en tiempo presente. De no permitir que ningún varón perpetúe sus privilegios. Que ningún costumbrismo nos arrolle. Ya no más. De movernos para que la información se divulgue, que las luchas se tornen fluorescentes, para que no quede una mujer, una lesbiana, una trava, una trans sin reclamar sus derechos. Sin sentir el abrazo de las otras.
Victoria Varela
Pasa la marea feminista y deja todo su glitter esparcido en el asfalto. Es que esta lucha es así: subversiva y colorida. El reclamo es el de siempre ¡basta de matarnos! Pero la empatía que genera encontrarse en el dolor con tantas amigas, hermanas, vecinas, compañeras, reinventa y nutre nuestra lucha. Creativas y exigentes empapamos nuestros cuerpos con violeta y verde y nos abrazamos y cantamos levantando grandes carteles porque ¡NO es NO! y ¡el aborto debe ser legal YA!. Cobertura en vivo y autogestionada: Las diosas de las redes difundiendo la manada. Nos escuchó el Facebook, el Instagram y la tv. El Estado como es costumbre, permaneció ausente. Nosotras hoy más empoderadas, nos organizamos pisa bien.
Agustina Anitsuga
Siempre me incomodó el paraguas, ese objeto que se lleva como prótesis de la mano, que cubre a una sola y moja a las demás, y que probablemente se pierda de un momento a otro en cualquier subte o colectivo. No uso paraguas, y por eso vamos tratando de escucharnos entre los gorros de lana y las capuchas de las camperas, mientras buscamos a una compañera más para ir juntas a la marcha. Sin embargo en unos metros, en unos segundos, el paraguas empieza a resignificarse y se me viene el miércoles negro, ese día que llovió con más rabia que nunca y salimos igual, y la ropa de luto se nos tiñó de colores en la foto panorámica de ese encuentro multitudinario lleno de paraguas; esa y otras tantas marchas donde la lluvia fue el oxígeno de la movilización. A miles de kilómetros de casa, de la ciudad-casa que adopté hace ya varios años, habito una avenida por la que nunca marché, una avenida que muchxs tampoco marcharon: turistas, viajerxs, estudiantxs de intercambio, locales y no tan locales, granadinas gitanas y granadinas europeas, árabes, africanas: esa mezcla es Granada. Y en un español medio italianizado, medio argentinizado, cantamos confundiendo las palabras: “Huelga de cuidado, huelga laboral, huelga de consumo, huelga general”. Al caminar se siente la densidad de la movilización, el eco de los tambores en los callejones, la fuerza del agua en los cuerpos, el río que crece. Éramos, luego dirán, ciento cincuenta mil personas. Dirán también que fue, para quienes gusten de las estadísticas, la marcha más grande en la historia de Granada.
Lorena Bermejo
Dejé mi bicicleta y pude llegar, entre colores y movimientos, al punto de encuentro. Mientras esperaba a las compañeras vi tantos rostros, tantos cuerpos, tantas miradas que se entrecruzaban con risas de por medio. En cada marcha no llego a dimensionar la convocatoria hasta que estoy ahí. “Somos miles”, pensé. Las consignas son muchas pero todas estamos de acuerdo en que la lucha es día a día por nuestras vidas y por nuestros derechos. Las compañeras fueron llegando y un abrazo nos encontró. La alegría y el amor me inundaron. La sensación se potenció al ver una señora sosteniendo un cartel que decía “tengo 76 años y soy más feminista que nunca” marchar a la par de niñas y jóvenas que se expresan con tanta libertad y tanta fuerza. Somos mujeres, lesbianas, travestis y trans que gritamos por las que ya no están y por las que están en peligro, por las que estamos y nos sentimos interpeladas por esta ola de femeneidades que alzan los puños, accionan día a día y gritan fuerte que el patriarcado va a caer.
Cecilia Fleita

Sólo vi alegría.
Volvía y pensaba:
un Word en blanco
un relato
una sección de una revista
una crónica
un título
Es que no es una cosa o la otra. Son todos los relatos, todos los Word que la madrugada del 9 de marzo se están escribiendo, todos los títulos de todos los escritos que esta misma noche se hagan, todas las cuerpas agitadas que en el regreso a casa siguen vibrando como la tierra que durante horas y horas del 8M hicimos temblar. Sin personalismos, fuimos miles y a la vez una sola, pidiendo por la alegría, el calor, la calle, el amor, el deseo.
Creo que nos quedamos sin palabras. Desbordadas en el alma, una compañera lo expresó mejor que yo: “se nos dio por lo visual”. Y así tomamos la calle, entre verdes y violetas, entre glitter, purpurina, carteles, collages, cuerpos y cuerpas que no libran batallas (sólo) en la tv o los diarios; de explicarnos feministas pasamos a poner el cuerpo en entendimiento sororo, con la de al lado como aliada, en un solo grito porque lo personal es político, y lo político es colectivo.
Nos quedamos sin palabras y quizás debamos reconocernos hacedoras de una época: es el presente el que es feminista. Y al presente se lo habita, se lo juna, se lo agarra de los pies hasta la cabeza y se lo agita: vinimos a transformarlo todo porque no queremos ser más esta humanidad.
Somos las nietas de las brujas que no pudieron quemar.
Somos las tortas que abortan al patriarcado.
Somos las travas pidiendo Ni Una Menos.
Somos las trans que, movidas por el deseo, sabemos que vivas, bien vivas y libres, bien libres nos queremos.
Candelaria Hernández Villarreal