Escribe: VIC VARELA
Imagen: MOCHA CELIS
Antes de la llegada del virus al país, el año ya había empezado complejo para La Mocha Celis, primer bachillerato popular travesti y trans de América Latina, cuando en marzo disputaban el comienzo del ciclo lectivo ante la imposibilidad de cubrir los gastos edilicios de la Mutual Sarmiento, espacio donde se desarrollaban las clases presenciales. A mediados de ese mes la cuarentena rompió todo esquema de urgencias, obligando a les integrantes de la escuela a diseñar en la inmediatez una nueva forma de cuidar y contener a les compañeres del colectivo travesti y trans en riesgo frente a la crisis económica, sanitaria y habitacional que instaló la pandemia del coronavirus. Así surgió el Teje Solidario, que en julio fue declarado de interés para de la defensa y promoción de los Derechos Humanos de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires luego de que la legisladora Ofelia Fernandez presentara el proyecto en la Legislatura Porteña.
El Teje de La Mocha empezó como una red de cuidado articulada de forma territorial y comunitaria con el propósito de cubrir necesidades básicas de compañerxs en contexto de vulnerabilidad, en el marco del aislamiento social, preventivo y obligatorio, dentro de la Ciudad y el conurbano bonaerense. Gran parte de la comunidad travesti-trans vive al día y la pandemia dejó en una situación crítica a un enorme porcentaje de personas que ante la falta de acceso al trabajo formal, recurren al trabajo sexual como única fuente posible de ingresos. La nueva normativa sobre el cupo laboral trans en el sector público nacional, aprobada por decreto presidencial, intenta reparar esta desigualdad y discriminación que padeció históricamente el colectivo. Pero esto no hubiera sido posible sin la lucha insistente de la población travesti y trans, así como de organizaciones que todos estos años llenaron la ausencia del Estado.
Los diez años de militancia y organización de La Mocha permitieron dar esta respuesta, construyendo una red afectiva sólida que al día de hoy logró alcanzar a más de 580 compañerxs.
La declaración de interés del Teje como proyecto sociocomunitario e inclusivo en un contexto donde el aislamiento es norma y necesidad fue para les integrantes de la Mocha, un respiro y un reconocimiento al trabajo. “En la militancia del transfeminismo el contacto básico siempre fue fundamental: solxs nos matan” dice, desde el otro lado de la pantalla, Manu Mireles, secretaria académica de La Mocha, y relata: “nos hizo muy bien saber que estamos pudiendo construir en este contexto una estrategia política que aporte a fortalecer el espacio. Compartir esa alegría es un montón”. El Teje Solidario cuenta con el apoyo de distintas organizaciones, emprendimientos y una red de voluntarixs que pasó de 80 a 700 participantes en cinco meses.
La búsqueda se rearma más allá de la urgencia: lo que el Teje propone es el fortalecimiento de los vínculos afectivos entre las personas. Manu insiste en que la lógica asistencialista no alcanza, y de ahí el valor del Teje como una respuesta que articula en base a la contención y acompañamiento: “desde el espacio que nosotres construimos, nos interesa una red de cuidado, que se generen vínculos entre las personas”.
Esta perspectiva con la que se estructuró la campaña, permite trazar nuevos límites geopolíticos en torno a las forma de habitar(nos) que propone la ciudad. Les vecines y voluntaries que se suman, participan de instancias de formación y sesibilización sobre derechos de la comunidad LGBTIQ+, lenguaje no binario y diversidad sexual. “Se reconfigura la noción de vecindad en una ciudad como esta. Todavía no lo podemos medir, pero creo que esto va a tener un impacto muy grande en términos de humanizar el vínculo con otras personas”, agrega Manu.
En línea con esta nueva ciudad posible, el trabajo en red con organizaciones que militan la promoción de derechos centraliza esfuerzos en lograr una mejora de la calidad de vida de compañeres del colectivo travesti-trans. Durante la cuarentena, muches retomaron sus tratamientos de VIH y junto a Ciclo Positivo, una red de activistas por el derecho a la información y el acceso a salud y educación de calidad, se trabajó en el seguimiento y acompañamiento de esas personas durante el proceso.
Sin dudas, así como la pandemia significó un quiebre en ciertas formas de trabajo y organización, dio lugar al surgimiento de nuevas luchas. La matrícula se duplicó desde el comienzo de la cuarentena y la cursada continuó de forma virtual, pero todavía no hay espacio físico para contener a lxs alumnxs. Hoy las energías están puestas en sostener lo que funciona, y más también. “Muchas compañeras empezaron descreídas completamente de lo que se podía construir, de poder proyectar su vida hacia un futuro que vaya mucho más allá de dos semanas. El espacio está creciendo con el liderazgo de personas que históricamente han formado parte de él, retroalimentando su trayectoria y militancia”.
La Mocha significa amor y creatividad, y la supervivencia está lejos de ser el único deseo. Mientras sigue la búsqueda por un espacio propio, se puso en marcha el proyecto para constituir a la Mocha Celis como asociación civil, un paso gigante que se accionó en plena pandemia y donde más de la mitad de les responsables son egresades del bachillerato.