Por Agustina Verdi
“Buscamos tomar las riendas del arte en medio de un presente global de escepticismo y frivolidad. Apropiarnos de la ciudad, de las calles, de las herramientas creativas, de sus espacios. Es no pedir permiso para ser artistas”.
El colectivo artístico Fin de UN MundO (FUNO) es un grupo de intervenciones urbanas que nace en 2012 en la ciudad de Buenos Aires y a partir de allí comienza un recorrido con un compromiso político muy marcado. Desde el baile, el teatro y otras expresiones artísticas, propone sacar el arte de la galería y llevarlo a la calle. Para que se expanda el mensaje que buscan difundir, para ponerlo en contacto con otros sujetos que no forman parte ni consumen un circuito artístico crítico.
La calle como lienzo, los cuerpos todos diversos componiendo la paleta de colores que saltan, corren, se extienden, se agrupan. En un conjunto que crea sentido, un mensaje colaborativo que se emite al público, los artistas son los que están en movimiento pero el sentir también hace transpirar los cuerpos espectadores.
“Debemos intentar ser aquello que somos, generar recursos para celebrar y multiplicar nuestra maravillosa existencia”
Proponen utilizar el arte como herramienta de disputa, para repensarnos a nosotrxs y al mundo todo. Un estímulo a los sentidos que nos corre de lo que estamos acostumbradxs, que alumbra espacios siempre ocultos, que hace que los supuestos y posiciones sujetos bien fuertes como raíces profundas y extensas que mantienen erguido un árbol milenario, comiencen a ceder. Y en ese ceder, encontramos que la tierra compacta y resistente que lo mantenía erguido, era el conjunto de fórmulas tradicionales nunca cuestionadas. Nutrientes-ideas inyectados sistemáticamente para determinar el equilibrio vertical rígido, cíclico y predecible que asegura un ecosistema artificial, adaptable, comerciable.
El lugar que el sentido común nos propone para el arte es uno que reproduce este ecosistema, apartado de la vida cotidiana, estático, de museo. Nos proponen un lugar pasivo, de meros consumidores. El rol activo del arte queda relegado como práctica de movimientos pasados que ya el mercado se ha encargado de incorporar y así eliminar todo rasgo amenazante. Es necesario crear espacios, como los que propone FUNO, que rompan con los discursos hegemónicos que normatizan nuestros deseos y placeres, que busquen repensar las relaciones con los pares y con nosotrxs mismxs, que no construyan espacios de supuesta libertad interpretativa sino que tomen posición y responsablemente emitan un mensaje.
El colectivo está formado por artistas autoconvocados que no levantan banderas de ningún partido y más allá de los matices que se pueden encontrar al interior del grupo, el objetivo en común que los reúne es fuertemente político.
Por eso el 8 de marzo en el marco del “Día de la Mujer Trabajadora” y el 24 de marzo en el “Día de la Memoria, la Verdad y la Justicia” realizaron intervenciones específicas con una propuesta teñida de instantaneidad y presente, buscando ese efecto cuestionador en el público.
Así fue también la intervención que se llevó a cabo el 14 de octubre de 2017 en el 31 Encuentro Nacional de Mujeres en Chaco. “Juguemos en el bosque surgió en reuniones previas con la propuesta de trabajar la deconstrucción de cuentos infantiles”.
“Hay en la noche un grito y se escucha lejano
Cuentan al sur, es la voz del silencio,
en este armario hay un gato encerrado,
porque una mujer, defendió su derecho”
Un grupo numeroso de mujeres de negro, con antifaces y capas rojas cantando al unísono, bajo un ritmo marcado, golpes secos y pausados, un bombo latiendo, desplazamiento de los cuerpos como un regalo, casi ofrenda.
“La idea era darle una vuelta distinta al cuento de caperucita roja, poner el acento en aspectos como lo erótico, lo lúdico, el goce, la voz también está más presente que en anteriores acciones. El objetivo era mostrar distintos aspectos de ese empoderamiento que venimos construyendo”
Del silencio al canto de denuncia, del paso lento y pesado al baile enérgico y libre. Eran las caperucitas que se revelaban contra el lobo. El lobo representando la voz del patriarcado, aquel que desde niñas nos enseña a andar con cuidado, a no caminar solas de noche ni tener mucha piel al descubierto, pues tan salvaje como su animalidad lo condiciona, puede entregarse al frenesí de la sed frente al mínimo signo de carne visible.
“¿Seremos capaces de adentrarnos en el bosque, de meternos en la oscuridad, de animarnos a ser? Desde el colectivo venimos buceando arduamente en muchas de estas preguntas, intentando atravesar el conflicto y explorarnos en la forma de espejarnos y reflejarnos en esta realidad que nos toca vivir y que a veces nos mata”.
Liberarse, empoderarse, hermanarse, palabras-consignas que dejaron impregnadas como huellas para siempre en los cuerpos cómplices de la acción, dando más herramientas a esta lucha feminista que abraza el arte, el amor y la sororidad.
“El desafío y recorrido como colectivo que venimos sembrando es desmontar y crear nuestro propio bosque. Ser la semilla capaz de combatir ese miedo y sumergirnos como un cardumen orgánico y orgásmico, animarnos a jugar, a cantar, a crear sabiendo que el lobo siempre estará. Entender todo este impulso vital que nos hermana y hace de nuestra sincronía un mantra”.
Para crear en conjunto el bosque, es necesario ponerle freno al andar mecánico e individual de la vida cotidiana como nos propone FUNO. Respetar los tiempos del germinar colectivo, observarnos en el presente para un habitar más consciente.
“Es indispensable apostar al fin de un mundo, donde nazca otro mundo. Con la convicción de que sí es posible. Un mundo mejor, más justo, que incluya a todxs sus habitantes. Un mundo más pacífico y saludable. Un mundo hogar donde podamos vivir una vida mejor para nosotras y para todos. Podemos ser la caperucita que sueña y lucha despierta”.