POR EUGENIA MARTIN Y MARÍA VICTORIA VARELA
En el colegio, los campanazos solo pueden significar dos cosas: el fin del recreo y el comienzo de dos largas horas de clase de Ciencias Naturales. Las filas, ordenadas de menor a mayor según edad y estatura, comienzan a formarse delante del crucifijo que está sobre la puerta de entrada, y el Ave María empieza a hacerse eco en el inmenso patio en el que hasta hace un rato, chicos y chicas corren y juegan. Una vez en el aula, la profesora de biología se hace presente y, mientras despliega en la pared una inmensa vagina con forma de afiche, dice: “hoy hablaremos del aparato reproductor femenino”. Las risas y los susurros de chicos y chicas aumentan con la explicación de cada una de las partes del órgano genital y, sobre todo, estallan cuando se habla de la menstruación en las mujeres. “Cuando las niñas menstrúan significa que ya son ‘señoritas’ y por lo tanto, que pueden tener hijos, pero lo ideal es que eso suceda una vez consumado el matrimonio con un hombre, cuando haya un proyecto de familia estable y no sea necesario utilizar anticonceptivos”, concluye la maestra. Esa fue toda la explicación que recibimos en nuestra primera clase de Educación Sexual, en un colegio católico de San Isidro, el año siguiente de haber sido sancionada la Ley Nacional de Educación Sexual Integral (ESI).
Pareciera ser que para el sistema educativo de antaño nuestros genitales nos conducen a un único e inmodificable destino: la casa, el matrimonio y los hijos. Es decir, la familia tradicional. Con un escenario así, las mujeres estábamos lejos de entender algo sobre nuestra sexualidad. Lejos estábamos, y todavía es difícil pensarlo como un objetivo cumplido, de entender que nuestros genitales sirven para darnos placer, y no solo para tener hijos, que la sexualidad no llega con la pubertad y que podemos formar una familia aunque esta no se adecue a las heteronormativas que nos imponen desde la escuela. La educación – o falta de – ha edificado una idea de obscenidad y vergüenza sobre nuestros genitales, anulando en muchas de nosotras la voluntad de conocimiento y exploración del propio cuerpo, de nuestro sexo y de nuestro placer.
Cuando Maura Rivero, integrante del Programa Nacional de Educación Sexual, introduce cómo se aborda hoy día la sexualidad en las escuelas, subraya un eje central que sirve para entender cómo se han transformado las búsquedas dentro y fuera del aula desde aquella vez que la profesora de biología del colegio de San Isidro se paró frente a los alumnos y alumnas: “En los módulos con los que trabajan los y las docentes todavía se sigue hablando de ‘sistema reproductivo’, en vez de hablar de sistemas genitales. Esto tiene que ver con la función de la sexualidad, si sólo hablamos de sistema reproductivo estamos hablando solamente de una función reproductiva y, si hablamos de sistemas genitales, nos referimos tanto a la función reproductiva como placentera”. Maura es comunicadora social, docente e integra desde hace años el Programa Nacional de Educación Sexual Integral.
Maura cuenta esperanzada que nos encontramos transitando un cambio de paradigma: muchas de las cosas que a lxs adultxs todavía les cuesta desandar, en lxs más chicxs ya están saldadas, como por ejemplo, la disidencia sexual. En una ocasión, una nena le preguntó si las mujeres también se masturbaban, porque solo escuchaba hablar de masturbación en los varones. También dice que hoy surgen algunas preguntas que antes eran impensadas, como por ejemplo si hay riesgo de embarazo o de enfermedades cuando se tiene sexo anal. Es que uno de los recursos pedagógicos que se utiliza en las aulas para que los chicos y las chicas abandonen la vergüenza y se animen a preguntar, es dejar que nombren a los genitales con la terminología que a ellos les salga. Otro recurso, es dejar que las preguntas más comprometidas, que lxs estudiantxs no se animan a hacer en clase, se hagan de forma anónima y por computadora. “Hoy a los pibes y a las pibas les interesa saber sobre estos temas, tienen más conocimiento sobre su cuerpo. En otras generaciones hay mujeres que nunca agarraron un espejo y miraron su genitalidad. Eso tiene un poco que ver con el asco que le tenemos a la menstruación”, dice Maura sobre el cambio que se dio en los últimos años en materia de Educación Sexual a partir de la aprobación e implementación de la Ley 26.150.
La Ley Nacional de Educación Sexual Integral es un derecho de toda niña, niño y adolescente. Su obligatoriedad rige tanto para las escuelas públicas como para las privadas a nivel nacional, sin embargo, como explica Maura, el ingreso de la ESI en las escuelas depende íntegramente de la voluntad del directivo. En Capital Federal, la gestión PRO del Gobierno de la Ciudad nunca dejó que entraran estas formaciones, motivo por el cual cinco ONGs firmaron junto a docentes, un convenio con el Ministerio de Educación de CABA para poder dar – de forma tercerizada – talleres especiales tanto en primaria como en secundaria. “Esto representó un parche enorme porque a los pibxs lo veías con suerte cuatro veces y el resto quedaba librado a que el o la docente que te tocaba el día que se iba a dar el taller, retome luego los temas que tratamos.”, explica Maura.
El reconocimiento de la perspectiva de género, el respeto por la diversidad, la afectividad, el ejercicio de nuestros derechos, el cuidado por el cuerpo y la salud son los cinco ejes que componen el programa y, en función de los cuales, el Estado debe cumplir un rol garante. Mediante estos cinco objetivos, la ley asegura que la Educación Sexual Integral no quede relegada a las horas de biología, sino que también pueda ser tratada en literatura, a través de la lectura de cuentos o novelas con perspectiva de género, en historia y hasta en matemáticas. Como parte de sus múltiples frentes, la ESI articula familias, centros de salud y organizaciones sociales y debe ser enseñada desde los niveles iniciales. El cuerpo se pone en el centro de la enseñanza y hablar de identidad de género y orientación sexual se convierte en un derecho. “La Educación Sexual es integral porque es algo que nos incluye todas y a todos por igual. La sexualidad entendida en un sentido amplio, como la entiende la ESI, es una suerte de energía que nos acompaña desde el momento en que llegamos a este mundo, no es algo que se alcanza en la pubertad, y a partir de ahí todo lo que se espera por ser una nena o ser un varón, todo lo construido socialmente. ”, dice Maura.
La ESI hoy
La necesidad de abandonar términos como “sistema reproductivo” o “embarazo no deseado”, para empezar a hablar de “aparato genital” o “embarazo inoportuno”, son solo algunas de las claves que aparecen cuando pensamos la ley tanto en su dimensión cultural, como histórica. La ESI nació en el año 2006, al calor de la lucha y compromiso de un montón de mujeres que desde hace años pedían a gritos por ella. Sin embargo, considerando su anclaje directo en el entramado cultural, los elementos necesarios para que conserve y amplíe su transversalidad se van reinventando y no son los que eran diez años atrás.
Si bien la Ley Nacional 26.150 es un gran avance en materia de Educación Sexual, fue apenas el comienzo de un proceso que necesita renovarse, ampliarse y mejorar sus condiciones de aplicación, objetivo que se logra con presupuesto. Para acompañar y defender el programa ante los recortes que se vienen realizando en este último tiempo tanto en educación como en otros sectores, es que nació en septiembre del 2016 el Frente por la Educación Sexual Integral (FESI), luego del despido de trabajadores y trabajadoras del Programa Nacional de Educación Sexual Integral. Ayelén Dománico, militante del Frente Popular por la Educación Sexual Integral y estudiante de la carrera de psicología de la UBA explica que a partir de los despidos que tuvieron lugar el año pasado, se publicó un comunicado donde se planteó que para decir Ni Una Menos, es imprescindible defender la ESI. A partir de ese comunicado, nace el Frente, que está conformado por un conjunto amplio de organizaciones sociales, feministas y políticas.
A diez años de la sanción de la Ley, la lucha se materializó en clases públicas (clasazos) donde se exigió, que el Gobierno Nacional destine más fondos al Programa, luego de conocerse una baja en el presupuesto aprobado para el área del Ministerio de Educación. También se organizó un encuentro de docentes por la ESI, que proponía generar un espacio de concordancia entre los distintos actores de la educación. Otra de las medidas que forman parte de la agenda del Frente sería llevar a cabo un nuevo clasazo en los próximos meses. “Logramos instalar la ESI como un eje fundamental del movimiento feminista. Ahora estamos preparando un informe de situación de la ESI en la Ciudad de Buenos Aires con contenidos específicos para hacer un análisis cuantitativo y cualitativo de la situación y para poder exigirle al Gobierno Nacional que asegure que el contenido se incluya en todas las escuelas”, agrega Ayelén.
Sumado a los despidos, el recorte en el Programa se evidenció – entre otras cosas- en la reducción del periodo de formación a docentes sobre los lineamientos de la ESI. Con contratos flexibilizados, los encuentros que todos los años se daban de mayo a diciembre, a partir de este año, comenzarán recién en agosto. Desde hace dos años, con el cambio de gestión, tampoco se volvió a imprimir material formativo. Los contratos de los talleristas se vieron achicados, aumentando las zonas asignadas a cada uno de ellos. Otro dato preocupante es que en salud, durante todo el 2016, la Dirección Nacional de SIDA, VIH y ETS sufrió una reducción de presupuesto y se dejaron de repartir preservativos en los hospitales y en los centros de salud, sumado a los problemas que hubo en la entrega de los antirretrovirales para las personas con VIH. La ESI articula con un conjunto amplio de disciplinas, centros de salud y ámbitos jurídicos, todos ellos espacios que de verse afectados, generan un impacto directo en una de nuestras instituciones más importantes: la escuela.
Desfinanciar un Programa Nacional como el de la ESI es una decisión política, con consecuencias tanto dentro como fuera de la escuela, al igual que los recortes en las distintas áreas estatales de la mujer y la persecución a militantes de género, todas decisiones del mismo poder político que, a pedido de las instituciones católicas, aprobó el ingreso a la Cámara de Diputados de un proyecto de Ley que propone garantizar la “libertad religiosa”. Ayelén dice que una de las prioridades del FESI es dejar sin efecto este proyecto y afirma que lo más inquietante del mismo es que afecta la salud y los derechos de todas y todos. “Esta ley plantea en su artículo número 7, que es el más grave, la objeción de conciencia, no solo personal sino también institucional. Es decir, las personas, desde su libertad religiosa, podrían plantarse como objetores de conciencia de manera institucional”. De ser aprobada esta ley, una obra social podría negarse a brindar anticonceptivos, una escuela religiosa podría negarse a dar Educación Sexual Integral y un o una oficial del registro civil podría no establecer un matrimonio homosexual, si así lo quisiese. Un proyecto que incide sobre la educación, el aborto, el acceso a la salud y a la vida digna, es decir, gran parte de las conquistas que el movimiento feminista viene militando y recolectando desde sus inicios.
A once años de la sanción de la Ley de Educación Sexual Integral, el desfinanciamiento del programa es una decisión política-económica con consecuencias que van mucho más allá de las instituciones: significa un retroceso en la formación de los chicos y las chicas, de cómo perciben y entienden sus cuerpos, sus emociones y sus sexualidades. La vergüenza, el miedo y la opresión al momento de manifestar y hablar de la sexualidad se pueden revertir a través de la educación, siempre y cuando haya educadores conscientes y formados, dispuestos a debatir, reflexionar y compartir experiencias, y no meros videos explicativos, vaginas de papel y manuales de biología. Si queremos disfrutar, entender y decidir sobre nuestros cuerpos, no podemos dejar de exigir el financiamiento y cumplimiento de la Ley de Educación Sexual Integral, en cada rincón del país, como un tema urgente en la agenda estatal.