Distancia de rescate, narrar la toxicidad

Escribe Lorena Bermejo

Samanta Schweblin publicó Distancia de rescate en septiembre del 2014. En enero de ese año, los vecinos de Malvinas Argentinas, en la provincia de Córdoba, habían logrado frenar la construcción de una planta de la multinacional Monsanto, una de las más grandes empresas a nivel mundial productora de semillas genéticamente modificadas y herbicidas como el glifosato. Monsanto tiene plantas en Argentina desde 1956. En los 90’s, el Gobierno argentino aprobó la utilización de glifosato, utilizado en todo el mundo y del cual tanto investigadores como profesionales de la salud han alertado sobre su carácter nocivo.

Desde una primera persona y un género que oscila entre la fantasía y la no-ficción, la autora relata dos intoxicaciones con productos impregnados en la tierra, en el ambiente. El relato, que abarca años, se da en unos minutos, atravesado siempre por la urgencia y la búsqueda del conflicto. “Eso no es lo importante”, señala el personaje -David- que guía a la protagonista -Amalia-, quien durante toda la novela está a punto de morir, a recuperar su historia.

Entonces, ¿qué es lo importante? La muerte, la intoxicación, el hilo que amarra a las madres con sus hijes. La distancia de rescate es la tensión que hace avanzar al libro, pero el motor es otro:

no hay peligro
no hay necesidad de rescate
sin intoxicación.
Y no hay intoxicación sin agrotóxicos. 

La narrativa de Schweblin tiene un tono particularmente delicado, que incluso en una novela tan arrasadora como esta mantiene su armonía: la protagonista, a punto de morirse, recorre los detalles de la historia como quien camina por un museo. Se detiene en los colores, los olores, la progresión de las manchas. Esa voz se mezcla con la de David, el fantasma que la guía en el relato, y en ese diálogo casi periodístico, Amalia y David descubren los rastros del conflicto, una intoxicación que invade a un pueblo.

La modificación a la Ley de semillas, que regula el uso propio de los organismos genéticamente modificados –y sobre los cuales se fumiga para asegurar el éxito de producción-, no tuvo el suficiente empuje en el Congreso en 2018, cuando obtuvo media sanción en Diputados; pero aún hay proyectos con estado parlamentario, y reuniones entre organismos que van tejiendo las tramas de lo que luego serán normas y leyes y crecimiento económico imparable para el agro contaminante.

Todo esto, por detrás de las redes de información y educación a las que accede la población que luego consumirá esos productos y respirará ese aire fumigado. Por eso la literatura puede ser un asunto urgente cuando el lobby mediático, político y empresarial arrasa sobre la tierra para instalar un modelo nocivo de reproducción del capital.