Por Lucía Barrera Oro, Daniela Clarke y Némesis Dello Iacono
Hay tantas “formas de ser lesbiana” como lesbianas hay en el mundo.
El lesbianismo es mi conexión con mi deseo propio y con mi ser diverso. Lo vivo día a día, es algo mutable, eso es lo que disfruto también, no es de una manera y nada más, me sorprende y cambia.
Mi deseo muta y me gusta elegir escucharlo.
Es una postura política.
Existimos y resistimos. Hoy es algo que me atraviesa por completo constantemente y sin lo cual ya no puedo pensarme, no puedo existir (no sería yo).
Ser lesbiana
es rebelarse contra la base del sistema, inventarse una nueva forma de cariño, familia y cuidados, que se salen de lo convencional y lo esperado. Es priorizar tu deseo. Significa habitar otros modos de amar, y de relacionarme con el mundo. Empecé a comprender con mi propia piel el significado de que para la sociedad no existan otras formas de relacionarse que no sea heteronormada y patriarcal. Es demostrar que en la diversidad está lo que más buscamos: más empatía, más amor, menos odio. Y es entender que categorizarse sirve para nuestras luchas políticas, nuestro reconocimiento y visibilidad que se nos ha negado por muchísimo tiempo.
Siempre pongo sobre la mesa mi deseo como algo activo y que fluye. Lo lindo es generar un cambio poder mostrar otras realidades, poder dejar de ser solo una imagen hipersexualizada y que se nos empiece a mostrar como lo que somos.
Tengo suerte y siempre estuve rodeada de personas hermosas que, estando o no en el colectivo LGTBIQ, me mostraron apoyo y comprensión, me suelo manejar en ambientes de esa índole porque, además de estar la mayoría metidxs ahí, es donde me siento cómoda y libre, sin estigmas ni imposiciones sociales que tenga que cumplir.
* el texto se compone de fragmentos de testimonios recopilados para el ensayo fotográfico “#7M Habitar otra existencia” .