Prácticas para prevenirla y conjurarla (2018) de Isabelle Stengers y Philippe Pignard.
POR LEILA ALBARRACÍN BANQUERO
La cuarentena trajo, para algunxs, una materialidad alterada del tiempo. Como toda alteración global y determinante, parece una buena ocasión para desconfiar de la normalidad. Si pensamos este presente con las preguntas de Isabelle Stengers y Philippe Pignard (S&P) en La Brujería Capitalista (Hekht, 2018) sobre la complejidad que anuda al universo social, su relación algo tóxica con los algoritmos de la big data, y todo eso que llamamos normalidad, esta lectura será entonces un encuentro de esos que nos dejan vibrantes.
¿Qué tipo de mecanismos son los que nos atrapan? Desde el interior, el mercado capta con su hechizante espíritu. Parte de la originalidad de S&P es la de conducir al lectorx al centro de este fenómeno transitando caminos poco visitados. Es la intersección del pensamiento mágico o chamánico del que se vale este sistema económico. Así, nos dicen que “todos los pensamientos de la brujería hablan del riesgo de enfrentar una operación bruja, la necesidad de protegerse, porque siempre está presente el peligro de ser capturado”.
Dudar de la racionalidad y eficiencia del sistema capitalista es el primer rito al que nos convocan lxs autorxs. ¿Puede que la crisis mundial resquebraje el monopolio del capitalismo como el único camino posible para el habitar humano? A pocos días de comenzar la cuarentena en Argentina, y con el antecedente de otros países en el mundo, se viralizaba la expresión de Fredrik Jameson: es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo. En el ranking de consumo de ficciones, las narrativas apocalípticas escalan mientras que la imaginación de otra forma de vida cae en lugares comunes: incertidumbre, malestar, derrotismo. ¿Será que cuando pensamos nos pensamos desde las categorías de pensamiento que nos oprimen? ¿Qué hacemos al respecto?
Como todo libro que ilumina, es capaz de trazar senderos transversales y hace de su lengua un mapa de código abierto. Cuanto más desconocemos lo normativo más interesante se vuelve el juego, el desafío de imaginar otra configuración posible de lo real. El capitalismo ha mutado y no podemos ponerle nombre a su figura omnipresente. Según proponen lxs autorxs, un modo de llamarlo es a partir de una unidad medible en cápsulas de flujos y que podría entenderse en términos de potencia o energía. El motor de las mutaciones de la productividad se moviliza a través de nuestro deseo. Si su funcionamiento es tan complejo es porque actúa de forma dinámica y se mueve en distintos niveles de nuestra existencia. El desafío apunta a invocarlo como si se tratara de un embrujo. Ya que se trata efectivamente de una suerte de hechizo, pasamos la mayoría del tiempo bajo sus encantos y, como todo acto mágico, su objeto es lo inteligible y su fuerza apunta a una forma de sujeción que actúa sobre la (im)potencia individual. Es decir, la política se vale de estos efectos sobre nuestros cuerpos y, principalmente, sobre nuestra psiquis.
La palabra performa es una aseveración atractiva para hablar de política porque desencadena mareas populares y genera acontecimientos. Atreverse a esta conversación tiene sus términos claves, que nos ayudan a orientar la relación entre capitalismo y pensamiento mágico. Ambos se fortalecen en el presente, el presente es el momento de lo que ocurre y también es desde donde se nos debilita. ¿Cómo pensar un mundo distinto si el tiempo se nos escapa? Nos volvemos potentes cuando nos re- apropiamos del tiempo. Y es justo ahí donde el capitalismo construyó su imperio, forjando una medida para actuar sobre él. ¿Qué es entonces el tiempo libre?
Otra palabra clave es la atención. Prestar atención es abrirse a un intercambio renovado de energía. Las enseñanzas de los brujos concuerdan en que la contemplación se da por fuera del tiempo impuesto, una distancia que, frente a la inmediatez, es capaz de devolvernos una mirada total y nos da la fortaleza de intervenir en la realidad.
Los cruces se celebran siempre porque producen algo nuevo, una invención. En mi caso, la dislexia me hizo escribir el título de esta esta review. En lugar de escribir capitalista tipeé captalista. En el error aparece una interpretación inconsciente de la lectura de este libro: el capitalismo capta nuestra atención. Si comprendemos la fórmula sobre que el acto iniciático de toda brujería es creer en el poder de las palabras y el acto de poder sucede en el presente, entonces en el presente se crean los cambios.
Desentrañar es volver sobre los pasos que dieron curso de acción a la política que nos trajo hasta acá. El capitalismo es ante todo nuestro diccionario semiótico, corporal y afectivo, que moldea un determinado modo de existencia. Salvese quien lea, fue la propuesta de librerxs y editoriales independientes que, ante la imposibilidad de abrir sus puertas, encontraron la fuerza en la resistencia conjunta. Me gustaría que este lema nos proteja ante la meritocracia y despertemos de la anestesia para curarnos del virus neoliberal. Y si hablo en plural es porque, ya sabemos, la salida es colectiva.