No queremos estirarnos, trepar, bailar ni movernos al ritmo de los sueños mientras el cuerpo sangra reflexión.
Generan una realidad distópica donde ser súper activas anormaliza aquellos ciclos menstruales dolorosos y expone a la mujer en una pose constante.
Interesante sería que no mezclen a los hombres en nuestras fases, hablar de espermatozoides no tiene sentido. Nuestro ciclo no es reproductivo, es menstrual.
Acusan con el dedo nuestra sangre convirtiéndola en líquido azul y llamándola periodo. Llamar a las cosas por su nombre es salud.
Lo que tildan como desagradable es el actuar natural del organismo femenino. En este estadio la frescura y la seguridad no existen porque el desborde de carne, hormonas y sangre lejos está de la elegancia que pretenden proliferar.
Ansiamos que sus publicidades dejen de transmitir lenguaje dócil y escenas femeninas con las que no nos identificamos.
Ansiamos sangrar mes a mes porque no es malo. Malo es el mensaje de angustia y dolor que predicen sobre nuestros cuerpos.
La indispensable variedad de toallitas que ofrecen son un libreto hecho para consumir y contaminar ya que nos inculcan, desde el más tierno primer periodo, a desecharlas bien envueltas con mucho papel.
Acompañar a la mujer en su ciclo menstrual supone conectarla con lo natural de la vida y no con estereotipos comerciales que burlan nuestros fluidos y olores.
Lo que llaman discreción es un chiste de mal gusto, lo que reconocen como libertad es opresión y el algodón que nos venden es veneno.
Atte.
Solange Idalgo