Resistencia originaria

Por Cecilia Fleita
Fotos de Belén Ranelli

El viaje fue largo pero ver el río iluminado por un incipiente sol trajo cierta satisfacción. El colectivo, repleto de gente, nos llevó al acto de apertura. El barrio, la escuela, las mujeres organizándose al llegar: la satisfacción de pisar una tierra cargada de historia.

En su idioma ancestral, con profunda emoción y fuerza en la voz, las mujeres de los pueblos originarios nos recibieron con gritos de lucha y las manos arriba. El almuerzo en la plaza 25 de mayo; pollo con la mano bajo un sol (ahora arrasador) que el viento aplaca de a ratos. Hermandad y sororidad en cada abrazo, en cada encuentro con compañeras de lucha.

El interés por escuchar la diversidad de voces me llevó hasta el taller Mujeres y pueblos originarios. Elizabeth González, de la comunidad Qom, fue la primera en tomar la palabra y lo hizo desde el corazón, sin ningún discurso armado, para luego socializar la voz. Los problemas son muchos y variados: vivienda, el agua potable que no les llega, la salud que las excluye, 114 mujeres desaparecidas.

Los pueblos se están reduciendo por la indiferencia, la venta de tierras y la falta de representatividad ante el gobierno. No hay voz que las represente. Es por ello que una mujer de Pampa del Indio pidió desesperadamente a alguna de las hermanas líderes que hagan saber al Estado de esta situación para que la lucha de las mujeres no sea en vano. Es necesario reconocer nuestra propia historia para poder defenderla y para poder realizar una “desestructuración de lo que la sociedad quiso hacer con nosotras”.

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Desde mi conciencia de “criolla”, como nos dicen ellas, entiendo que es necesario aprender las lenguas en pos de la autodeterminación y la organización de nuestras hermanas originarias. Debemos poner en debate la responsabilidad que nos recae como jóvenes, como estudiantes, como mujeres. En mi caso siempre me sentí cercana al idioma Guaraní por haber nacido en una familia con linaje paraguayo y por ser de Posadas, Misiones; territorio conectado por un puente a la ciudad de Encarnación, Paraguay.

“Tengo poca fuerza para hablar, sin embargo ¡no voy a parar!. Al Estado no le conviene que estemos en la calle, busco trabajo pero no me aceptan porque soy aborigen”, dice una de las compañeras mientras afirma que las mujeres originarias también son marginadas por sus esposos y hombres de su comunidad. Ellas sufren a flor de piel triple discriminación: por ser mujeres, pobres y aborígenes. Algunas tienen piel blanca, otras tienen piel morena pero todas tenemos la misma sangre. La frase de una de las mujeres me hizo reflexionar sobre la profundidad y complejidad de la cuestión: “si a ustedes, criollas, les cuesta conseguir derechos imagínense a nosotras.” Me anoto, como síntesis del taller, “hay que luchar para dar legitimidad a la voz de las hermanas que no escuchan”.

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En el taller de Mujeres, Antiimperialismo e Integración Latinoamericana las discusiones fueron muy diversas aunque en la vida cotidiana, en la educación, en el trabajo siempre hay algo que nos identifica como colectivo. Compañeras de la Universidad Federal de Integración Latinoamericana (Foz de Iguazú, Brasil), las mujeres del movimiento en apoyo a las musulmanas y árabes, las mujeres del Paraguay, de Bolivia, de Venezuela, todas ellas nos compartieron sus experiencias, su lucha y conocimiento para dar pie un debate que no se abarca en tres jornadas solamente.  

“El sistema prepara para el sistema”, resonó en el aula, cuando también mencionamos y acordamos con la realidad de que en las universidades, por lo general, leemos a autores hombres europeos y estadounidenses. Introducirnos en la academia y en las desigualdades que existen en este ámbito podría llevarnos muchas más páginas, reflexiones y jornadas completas. Es en las escuelas,  en las universidades, en centros comunitarios y de salud es en donde hay que dar “batalla”. La mercantilización de la vida es un trabajo de hormiga que se logra generando recursos simbólicos y materiales, por ello los medios de comunicación y la educación tienen metas en común. “Los medios de comunicación no usan armas pero son dominantes por el control que ejercen al instalar caos”.

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La derecha clasista avanza por Latinoamérica. Empresas multinacionales boicotean a países en los cuales es fuerte el discurso y lucha antiimperialista. En Paraguay, una resolución prohíbe la palabra género en libros escolares, lo cual no parece descabellado si nos acordamos de que allí mismo fue justificada la violación para repoblar el territorio. Aunque ya se han realizado campañas de Ni Una Menos en ese país, son muy pocos los políticos que apoyan la causa. Las fuerzas opositoras al gobierno están compuestas por partidos conservadores y agrupaciones religiosas. Infinitos son los casos de los países hermanos en donde avanza el capitalismo foráneo y machista. “La violencia siempre nos pega a nosotras. Hay que ser conscientes de que no hay que estar desorganizadas y no hay que subestimar el daño que nos pueden hacer”,  expresó con convicción una compañera que lleva más de veinte años de militancia. Compartirse información para no estar aisladas de los diferentes pueblos, ciudades y países hermanxs fue la marca del taller, “Defender el territorio tiene que ver con cómo producimos y cómo vivimos allí.”

Muchas voces y temáticas se llevaron adelante en el transformador  32° Encuentro Nacional de Mujeres. A pesar de las diferencias dentro del movimiento feminista claro está que nuestra lucha nos define por lo que nos oprime. Vivas, libres, hermanadas y combativas nos queremos.